El fútbol libera

A raíz de la crisis migratoria que vivió Estados Unidos en 2014, el gobierno mexicano puso en marcha el Plan Integral Frontera Sur, a cargo del Instituto Nacional de Migración. Si bien uno de sus objetivos es proteger al migrante y salvaguardar sus derechos, desde su implementación en Julio de 2014 los migrantes son más susceptibles a la violencia, criminalización y extorsión a mano de pandillas y cuerpos policiacos. Ante el riesgo de ser violentados, o bien, detenidos, los albergues son un pedazo de tiempo en el que recuperan más que aliento. Son días de horas lentas, largas y bien valoradas. A pesar de ser el gobierno quien los garantiza, es dentro del albergue en donde los derechos de los migrantes verdaderamente se hacen valer. A pesar de no contar con apoyo económico de parte del INM todas las personas que llegan al albergue son recibidas y permanecen ahí al menos tres días durante los cuales tienen a su disposición servicio médico y medicinas, comida tres veces al día, duchas, literas, colchonetas, cobijas e incluso ropa. En Ixtepec, Oaxaca, el albergue les otorga media barra de jabón para lavarse, una bolsita de detergente en polvo, pasta de dientes y papel higiénico. También se les da un mapa de México con ciudades fronterizas y la ruta de La Bestia. Cuentan con asesoría legal, acceso a redes sociales y llamadas telefónicas internacionales sin costo, además de una televisión, biblioteca, juegos infantiles y una cancha de futbol. El albergue nutre y da paz, da reposo y aliento. Ahí la comunidad migrante se siente identificada y reconocida, respetada y valorada. Adentro son migrantes, afuera no son nada.



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